domingo, 15 de agosto de 2010

[EDUCACIÓN] Nº2: Educación sin Mercado / Mauricio Torres (Independiente)



La educación no puede estar sometida a las reglas del mercado.

Lo que quiero decir con esto es que no es deseable aplicar las reglas de la teoría económica moderna a la entrega de educación, entendiéndola como educación 
formal, es decir, aquella que se entrega en los establecimientos educacionales privados o financiados por el estado, y por la cual, actualmente, alguien tiene que pagar por ella. En términos sencillos, afirmo que la educación formal no debe ser tratada como “un bien” que entre en el mercado, y bajo el cual se realicen transacciones.

Ello a partir de mostrar principios de la economía que son 
necesarios en su funcionamiento, y que son la base de su pretendida eficiencia. Determinaré que esos principios, que pueden ser muy buenos para la economía en general, son tremendamente nocivos para la entrega de educación, principalmente porque no se ajustan a lo que todos esperaríamos de una “buena educación formal”, o en concreto, de “un buen sistema escolar”. Con ello sentenciaré que el mercado no puede ni podrá nunca entregar buena educación.

Lo que pretendo aquí es entregar argumentos que respalden la consigna “acabar con el lucro en la educación”, la cual ha sido tremendamente vapuleada por distintos grupos de intereses de nuestro país, al punto que ya la opinión pública considera “una pérdida de tiempo” alzar una petición como esa. Yo pretendo defenderla. Para mí la educación no puede tratarse como se trata al mercado de productos tecnológicos, ropa en un mall o materiales de construcción. Y aún en esos productos, es discutible. Pero 
al menos, la educación no la podemos tratar así.

Hay tres principios importantes de la economía que son relevantes para esta argumentación:

1. Al mercado le gustan los bienes de consumo elásticos por sobre los inelásticos.
2. El mercado funciona mejor cuando la gente entra y sale de él indiscriminadamente.
3. En la economía, los bienes no tienen valor en si mismos; son un medio para obtener dinero, que es un fin en si mismo (pues es sinónimo de “bienestar”).

Voy a demostrar esas tres reglas, y viendo en cada una por qué no conviene que la educación funcione de esa manera, para finalizar con conclusiones generales.
Apreciaciones generales.

Antes de entrar de lleno al trabajo de demostrar las reglas de la economía, corresponde entender la forma en que dichas reglas operan en el sistema económico. Durante el texto se mencionará varias veces frases como que “la economía tiene pretensiones” o “la economía intentará [realizar un x determinado]”. Esto no es antojadizo y tiene que interpretarse de una forma restrictiva. No estoy pretendiendo que la economía actúe como una suerte de “teoría conspirativa”, en la que ciertos agentes volitivos busquen intencionadamente dichos resultados.

Hay que entender la economía como el conjunto de las decisiones que los individuos toman en relación con sus recursos. Esas decisiones pueden resultar completamente libres -como cuando alguien elije comprar uno u otro almuerzo-, o bien forzadas por una situación normativa -como cuando a una empresa se le obliga a vender necesariamente el agua a un precio determinado-. La acumulación de índices -sea por sumatoria u otro método estadístico- de las decisiones colectivas forma lo que denominamos “reglas de economía” a través de un proceso inductivo: A hace Y, B hace Y, C hace Y; por lo tanto, asumimos que la gente en general hace Y, o bien decimos que “la economía se comporta del modo Y”.

Ahora bien, debemos considerar cómo es que la economía “tiende” a ajustar ciertas condiciones. Las reglas de la economía, en el papel, pueden ser hechos meramente descriptivos, esto es, sin intencionalidad moral. No pretenden definir lo bueno o malo de ciertas situaciones, ni provocar cambios al statu quo, sino simplemente hacer notar una situación de hecho determinada. Sin embargo, hay que recordar que la economía actúa en este caso como un hecho social. Esto significa que los agentes del mercado se ven externamente coaccionados por las condiciones del mercado en una situación t1, obligándolos a actuar de determinada manera, la cual provocará después de un cierto plazo, una condición de mercado t2. Un ejemplo claro de esto es la determinación de los precios. La economía no 
fuerza a nadie a escoger precios (“fuerza” entendido como coacción normativa-legal), pero si ciertos costos se modifican, o bien si la gente prefiere un producto distinto más barato, los productores se ven coaccionados a modificar sus precios, si lo que quieren es obtener una ganancia del negocio que realizan.

Todo esto se produce con mayor fuerza en condiciones de ausencia de coacción normativa, esto es, si el Estado interviene en menor medida empleando la legalidad para determinar condiciones fijas del mercado. Para demostrar la pretendida 
eficiencia del mercado, tomaremos el supuesto de hecho de un mercado X donde existe mínima o nula intervención del Estado.
1. Al mercado le gustan los bienes de consumo elásticos por sobre los inelásticos.

Primero hemos de entender la definición de precio que se usa en teoría económica moderna. El precio es un 
indicador de preferencias que muestra lo que los agentes están dispuestos a producir y consumir. A determinado precio $X, habrá Y cantidad de gente dispuesta a producir el bien (oferta del bien), y otra gente Z dispuesta a consumir el bien (demanda del bien). Cuando el precio sea $X+1 (o sea, suba el precio), habrá Y+1 gente dispuesta a producir, y Z-1 gente dispuesta a consumir (y viceversa). Ello porque la oferta tiene pendiente positiva y la demanda, negativa.

Medir la variación de la cantidad producida y consumida en relación con la variación del precio es importante para la economía. Es la denominada 
elasticidad. Cuando una pequeña variación del precio produce un gran efecto en la cantidad vendida, el bien eselástico. A contrario sensu, si la variación del precio produce poco o nada de efecto en la cantidad vendida, el bien es inelástico. Un bien de demanda elástica es aquel que dejaremos de consumir si el precio varía, mientras que uno de demanda inelástica no se dejará de consumir aunque varíe mucho el precio.

Cuando la variación en el precio y en la cantidad es directamente proporcional exactamente, es decir, varían en proporción de 1, se dice que el bien tiene 
elasticidad unitaria.

Habíamos dicho que el precio era 
un indicador de las cantidades producidas y consumidas. Para que la economía en su conjunto tome buenas decisiones, es necesario que los precios reflejen fielmente esas cantidades, y todos los agentes sepan cuánto se vende y cuánto se compra a precio dado. Pero en el caso de los bienes inelásticos, el precio no me sirve exactamente como medidor, porque a distintos precios puedo tener la misma cantidad de bienes producidos. En el caso de los bienes extremadamente elásticos, el indicador tampoco me sirve, pues al mismo precio puedo tener varias cantidades producidas.

Por esa razón, para la economía en su conjunto es preferible un bien cuya elasticidad sea unitaria. Esto significa que cada vez que yo modifico el precio del bien, la cantidad vendida varía proporcionalmente y de manera exacta. Si subo el precio en uno, la cantidad ofrecida sube en uno, y la demandada baja en uno. Sólo en los bienes unitarios, el precio cumple su rol de indicador de la cantidad vendida.

Ahora la pregunta es, ¿La educación es elástica, inelástica o unitaria? Los bienes de primera necesidad, como la educación, son siempre más inelásticos: la gente no deja de comprar pan, de tomar agua o de pagar la luz porque el precio suba demasiado, pues necesita de esos bienes. Eso mismo pasa con la educación. Entonces a la economía no le gusta la forma en que se mueve la educación, pues trabaja de manera inelástica, y por tanto, no puede saber “cuánta educación” se va a producir y consumir en un mercado determinado.

Lo que le gustaría a la economía es que la educación -y todos los bienes en realidad- fuesen de elasticidad unitaria. Que cada vez que yo aumento el precio de la educación en un peso, se sume una vacante más a algún colegio, y que un niño menos quiera pagar su educación.

Las conclusiones saltan a la vista. No es posible pretender que la educación sea elásticamente unitaria, porque no queremos que ella excluya niños que no pueden pagar su educación. Pero la economía sí intentará hacerlo.
2. El mercado funciona mejor cuando gente entra y sale de él indiscriminadamente.

Otro concepto que hay que tener en cuenta son los tipos de mercado. Cuando un mercado funciona perfectamente se dice que es competitivo, mientras que ciertas fallas de los mercados, pueden hacer que su eficiencia se altere. Esas fallas pueden ser monopolios, oligopolios o mercados monopolísticamente competitivos.

Para que haya un mercado competitivo son necesarias tres condiciones:
a. muchos compradores y vendedores
b. producto esencialmente indiferenciado; que no hayan diferencias significativas entre los oferentes
c. no hay barreras importantes para entrar o salir del mercado

La razón que nos interesa ahora, que es la letra c, es bastante sencilla de entender. Sucede que ciertos sucesos contingentes pueden hacer variar la oferta y la demanda y desplazarla hacia la derecha o a la izquierda. Los eventos contingentes producen que, a todos los precios dados, haya más (o menos) oferta o demanda. Por ejemplo, si yo tengo un mercado de helados en equilibrio, y viene una ola de calor, la gente, a todos los precios, va a querer comprar más helado. Sucedería algo así:
http://img230.imageshack.us/img230/3545/graficonota1.png

Al desplazarse la curva de demanda hacia la derecha, el precio y la cantidad demandada de equilibrio suben. Esto sucede porque entran más compradores al mercado de helados. A contrario sensu, cuando un evento produce que menos gente compre el bien a todos los precios, la demanda se contrae hacia la izquierda, bajando el precio y la cantidad de equilibrio.

Siguiendo con el ejemplo anterior, si los empresarios ven que la gente quiere más helado, empezarán a producir más helado, por lo tanto, la oferta también variará.
http://img405.imageshack.us/img405/5199/graficonota2.png

Y el precio volverá al lugar inicial, pero con más cantidad producida. Nuevamente, a contrario sensu, si el bien se demandara menos, los empresarios producirían menos de ese bien, y por tanto volverían al equilibrio, pero con menos cantidad producida.

El famoso equilibrio del mercado se da porque, en un plazo relativamente corto de tiempo, entrarán o saldrán oferentes y demandantes, de modo que los precios volverán donde estaban, sólo variando la cantidad producida. Pero esto se produce sí y sólo sí hay mercado competitivo, porque requiere como condición esencial la entrada y salida de productores y consumidores del mercado.

Si a eso le sumamos el principio anterior, donde el equilibrio se alcanza más rápido cuando el bien tiene elasticidad unitaria, tenemos un problema más grande. Nuevamente, hagámonos la pregunta. ¿Queremos que la educación sea un mercado basado en la entrada y salida de gente? ¿Queremos que la educación se auto-regule, en virtud del precio, cerrando colegios y abriendo otros nuevos según le convenga a la economía en su conjunto? Claramente no.
3. En la economía, los bienes no tienen valor en si mismos; son un medio para obtener dinero, que es un fin en si mismo (pues es sinónimo de bienestar).

La economía es una explicación abstracta y matemática de la manera en que los hogares y las empresas toman sus decisiones. Pero tiene un error garrafal que no es capaz de precisar, y que le lleva a este principio que ya he enunciado.

Según la teoría económica desde Adam Smith en adelante, las personas buscan la maximización de la utilidad, tomando la mejor decisión en base a un cálculo racional de costo y beneficio. Se denomina la teoría de la acción (o elección) racional. Como vimos antes, la demanda podía moverse si la gente decidía racionalmente empezar a consumir un bien (o dejarlo); asimismo, la oferta se movía si nuevos productores decidían racionalmente entrar al mercado (o salir de él). Cuando los agentes siguen esta teoría de la acción racional, y buscan obtener la mayor utilidad posible, se dice que están actuando con fines de lucro.

Afirmar esto requiere un presupuesto básico. La gente no va a gastar en algo que no es rentable. ¿Y cómo sabe que no es rentable? Por su precio: porque es muy caro. Por eso es necesario que el precio sea un indicador exacto: las personas tomarán todas sus decisiones con el signo $ en los ojos. Si comprar un bien A es demasiado caro, prefiero el bien B; no importa cuales sean A o B, lo importante es que uno es más barato que otro.

Asimismo, los productores funcionan bajo la misma lógica. Si una empresa tiene costos demasiado altos, y el precio del bien que vende está bajo sus costos, dejará el mercado y se pondrá a producir otra cosa. No importa qué cosa, lo que importa es producir algo cuyo precio sea superior a los costos de producirlo.

De ello se desprende que ningún agente en esta selva económica moderna piensa en la calidad del bien que produce y consume. Sólo importa por su valor de dinero, que como vimos, va a depender más de las reglas del mercado, que del valor que realmente signifique en la estima de cada una de las personas. Los bienes, en el tratamiento económico, no tienen un valor en si mismo, sino que importan por su precio.

Así, si aumentar la calidad de la educación significa gastar más, el sostenedor tiene dos opciones: salir del mercado -dejando a cientos de alumnos sin clases- o cobrar más. Si toma la segunda opción, los apoderados tendrán que desembolsar más dinero, y como el bien no tiene valor, preferirán dejar de gastarlo y comprar otra cosa que les deje más dinero. Si a esto le sumamos que el mercado prefiere las cosas unitariamente elásticas, el mercado más eficiente sería aquel en el que la gente esté dispuesta a renunciar a la educación, de modo que al subir un peso el valor de la educación -para ofrecer una de “más calidad”-, exactamente haya una vacante menos (oferta de educación) o un alumno menos (demanda de educación).
Consideraciones finales.

Mostré ya los principios que hacen que una economía sea más eficiente, según la teoría económica que al menos, ha imperado durante los últimos tiempos. Significa que bajo esa visión de la economía, el mercado nunca entregará lo que nosotros estamos dispuestos a aceptar por una “buena” educación. Ahora bien, ¿Cuál es esa buena educación? Paso a detallarla rápidamente.

En una primera instancia, y a lo largo del siglo XX, en nuestro país se puso énfasis en la cobertura del sistema educacional. Una buena red de enseñanza básica y media, era aquella donde la mayor cantidad de alumnos completaba sus estudios. ¿Cómo es posible alcanzar ese objetivo, si vimos que al mercado le es conveniente excluir? Dijimos que el mercado basaba su eficiencia en que gente entre y salga de él, por lo tanto, el ideal de una cobertura completa sería imposible en manos del “lucro”.

Pero además, nos interesa -ya no desde el punto de vista económico- una buena calidad de la educación. No voy a entrar en el debate sociológico-filosófico sobre lo que debería ser una buena educación, si aquella que instruye, aquella que desarrolla, aquella que enseña para el trabajo, o aquella que enseña a razonar. Cualquiera de esas opciones que queramos aceptar como buena educación, el mercado no estará en condiciones de asegurarla, porque como ya vimos, para la economía los bienes no tienen valor en si mismo. Entonces no importa que la educación sea buena o mala, sino sólo rentable. Y si dar una educación de calidad es demasiado caro, entonces dejemos de entregar educación.

Todos esos principios hacen insostenible que exista el lucro en la educación. Sostengo, además, que el hecho de que algunos colegios con fines de lucro hayan conseguido una buena educación es meramente accidental. Podría haber colegios buenos sin fines de lucro -que los hay-, y colegios malos con fines de lucro -de los que, desgraciadamente, está lleno-. Pero como ya vimos, el mercado jamás podrá conseguir el ideal de una buena educación para todos. Y ni siquiera estoy pidiendo mil maravillas; aún así, no es capaz de entregar una media de educación de calidad para los alumnos de este país. No necesito ir afuera, a mirar la evidencia empírica, para entenderlo: en las bases que mueven la economía no está contemplado ese ideal.

No sé si haya otra forma de hacer economía. No sé si habría un mercado que no funcionara con estos principios esenciales. Por lo menos el chileno funciona así. Por eso en Chile no se debería tener una educación que funcione bajo la lógica del mercado. No sé cómo se puede recompensar a los maestros que hacen bien su labor, a los alumnos que se esfuerzan o que se destacan, o incluso a directores de colegio que saben enseñar. Quizá habría que dejar la famosa teoría de la acción racional de lado y entender que hay una motivación adicional, y una recompensa, en ver a un alumno que sale adelante, que brilla en lo que hace, o que simplemente se le enseña para estar a la altura de las circunstancias. Para mi lo más importante es que los alumnos aprendan a pensar y razonar. Y eso, aunque no genera dividendos jugosos, es lo más valioso que puede entregar la educación. Intentemos aunque sea ir hacia ese ideal.



Mauricio Torres J.
Independiente.

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